Sufrió
A las Damas de Flores marchitas.
– ¿Sufrió?
– ¿Cuándo? En vida, muchas veces.
– Idiota. Cuando le llegó la hora, cuando llegó la muerte.
– Sufrió. Sufrió cuando tuvo por obligación que saludar a la muerte. Ya sabes que no le gustaba que mangonearan su suerte.
– ¿Y cuáles fueron sus últimas palabras? ¿Qué se llevó el viento de su boca antes de ser eterna?
– Enmudeció rápido y no hubo despedida. Sufrió. Sufrió al no poder rebatirle a la Muerte en vida.
– ¡Qué pena! ¡Madre mía! Se fue sin despedida
– Eso no es lo importante. Pecado es marcharse sin amar la vida. Como ella hizo hasta el último día.
– No digas tonterías.
– Se desvaneció arrastrando sombras y, si quiso discutir con la Muerte, fue por no haber venido antes, porque vino tarde «la muy cabrona».
– ¿Por qué dices esas cosas? ¿Por qué ensucias su recuerdo de forma tan fangosa?
– Era lo que ella decía: a ver cuando me lleva, se lo pido de rodillas.
– No te creo. ¡Cállate!
– Todo tiene una explicación. Ella creía que, si iba al cielo, se convertiría en Guardiana de los suyos y de los que tienen miedo. Quería subir bien alto y alejarse del terreno, para salvar desde arriba, a aquellos que abajo ahogan sus sueños.
– Tendría que haberse salvado ella primero, porque no fue feliz en vida. Vivió un desconsuelo.
-Quizá ella esperaba que le salvasen. Y nunca lo hicieron.
– Dicen que esas personas son los mejores guardianes que como ángeles pueda tener el cielo.
– Cuidémonos, qué no nos rompa más el dolor, dejemos atrás el duelo.
No quiero.