Ponte mis zapatos

«Ponte mis zapatos: no son de seda, aprietan y a veces van muy despacio. Se desgastan con mirarlos, es lija el suelo en invierno y las miradas son de barro.
Ponte mis zapatos: llevan la edad envejecida de quién ha sufrido malos tragos, tragos de Ron, Tequila y Ginebra sin sequía entre tus manos.
Ponte mis zapatos: son de hierro las suelas y de plástico los abrazos. De temblores vestidos de Prada y de lunares los pedazos.
Ponte mis zapatos: tan solo deberás tener en cuenta…Aprende a andar, antes de querer usarlos»

Un juicio inesperado,

un tono más alto de lo apropiado,

una mirada agresiva

o tu silencio como condena indebida.

Ir descalzo como si el tiempo no te atrapará

o los comentarios, no te hicieran daño.

«Ponte mis zapatos: La medida no es la correcta, el tamaño desmesurado, el color no combina con tus prendas y no existe gobierno para este barco»

El paso de los días, sin embargo, ha traído comodidad. Ahora, todo es más suave desde la perspectiva de la conformidad.

El suelo lo siento arena,

los tropiezos,

alas nuevas,

mis zapatos son mis remos

y he aprendido a surcar los mares

y a quitarme las cadenas,

pero no eches barro

entre mis piernas,

porque cuesta dar los pasos.

No escupas desde tu altura,

el camino hasta la hoguera

se hace lento y temerario.
No lapides al que está enfrente,

porque aún no has estado en sus zapatos.

Aprende a vestirte con la piel del contrario.

Sus heridas hazlas tuyas

sin que el daño te haga sentir un extraño.