Las fronteras de tu espalda

La naturaleza incierta camina a veces del revés.

Se mira frente a un espejo

sin encontrar un reflejo

que responda sinceridad ante él.

La vida se rige por leyes exactas de moralidad,

mientras el mundo grita escondido

que anhela libertad.

La idea de amar sin límites y sin fronteras a los demás,

ver en una caricia un gesto de simplicidad,

sin pensar en lo lascivo del tacto

de sus dedos al sonar.

La ternura de un abrazo explotando en mil pedazos

y la mente imaginando si habrá testigos

que juzguen cómo debemos amarnos.

En el sendero una hoguera que alumbra la dirección,

en un lado una flecha,

en la otra una interrogación.

El primero es seguro, transmite comodidad: seguir lo preestablecido, sin titubear.

El otro camino está vacío, aún está por crear: allí las normas son las del viento. Regirse por la ley del mar, ser ola en playas desiertas y barcos que aún no saben dónde naufragar.

De incertidumbre está llena la ruta impopular,

que por miedo nadie cruza,

por miedo a quebrantar lo tradicional.

El amor nos salva

y guía a la paz mundial,

sin embargo, las leyes mandan:

«A una persona tan solo puedes amar»