Invierno sin tu piel
Lo recordaba de otra manera.
El invierno quemaba
como sal en las penas.
El frío era distinto
al pasear sin estar a tu vera.
La noche caía antes
y anochecían mis poemas.
Quería que acabara la brisa
que dolía a espera.
Los pasos no eran gigantes,
la luna no era ni tan bonita
ni tan brillante.
Las flores como ramas secas
no saciaban mi hambre
y la lluvia mojaba herida
al no sentir tu marea.
La piel delicada se consumía.
El vapor de mis pupilas
le decía a mis labios
que el frío jamás volviera.
El terciopelo en las manos se marchitaba
como los frutos de un invierno de encrucijada.
El agua manchaba,
la luz no existía,
las sombras llenaban el hueco que faltaba y yo fervientemente pedía y perdía.
— — — — — -Te conocí y– — — — — –
Ahora la luz es de nácar y mis pupilas de carne viva.
Las calles acarician con peldaños las baldosas de mis mejillas.
Los pájaros tienen forma de bienvenida,
las flores son amapolas de cualquier color flamante, pero con entrada sin salida.
Las máscaras son de fiesta,
el agua es cascada de espuma tibia,
el perfume mientras grita al oleaje que desaparecerán las despedidas.
Busco, busco en cada estación tu línea dorada,
en cada rincón del prado un campo de selvas y hazañas.
Eres mi tiempo, Peón de París.
Gobiernas mis risas
y no hay frío que me aleje
del calor de tu jardín.
Sueñas a futuro con esperanza,
a país de calles en ruinas enamoradas.
Eres como el olor a café de las mañanas,
el canto de mediodía de las casas con barcos en sus ventanas.
Desde que te conozco, mi mundo es de luces naranjas,
de suaves recuerdos de escarcha quemada.
Ya no estoy helada…
Has sido el amante de mis nieves blancas
y por ti camino con sangre
vestida de llamas mojadas.
PD: para aquellas personas que tienen el don de transforman el invierno en primavera. Eterna. Aunque nunca lleguen a saberlo por completo.