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Somos las que no se miran, pero se ven 

Dedicado a los que se miran a escondidas.

 

Somos las que se no se miran, pero se ven.

Las que se espían a escondidas, los gestos, las palabras, la piel.

Un mechón de pelo se cae en su rostro y acaricia sus labios.

Observa y duda. Quiere quitárselo para tener una oportunidad de rozarlos.

Decidida, pero siempre sutil, se  acerca y le retira el cabello.

Traga saliva. Una caricia suave que le otorga vida.

Vuelve a observarla  y piensa:

“Bella niña, estás llena de trampas. Tu  escarolada melena me atrapa, tu voz de sirena me hechiza y con tu red por mirada me cazas.

Bella todo de ti me fascina y enamora, me captura y engancha”.

Despierta rápido del letargo y vuelve a tocar con los pies la realidad plagada de farsas.

Ella no sabe cómo mostrarle lo que siente cuando la ve,

como se le escapa el alma y tiembla de sed.

De sed por tenerla cerca, de sed de oler su piel.

– “¡Espabila!”- Le gritan desde sus adentros la prudente cobardía.

Reniega de sus pensamientos y los deshecha.

Seguirá escondiendo el secreto hasta el final de sus días.

Y así, una vez tras otra. Cada vez que la ve, se desata el mismo debate en su mente, 

la misma lucha perdida.

Le encantaría pulsar las teclas y escribirla.

Preguntarle qué tal está pasando la vida,

querría contarle sus secretos más profundos,

escuchar de ella las historias que calla

y esconde tras su sonrisa.

Disfruta escuchándola.

Nadie antes lo ha hecho como ella.

Sabe cómo desnudar su alma.

Y le encanta nadar entre sus palabras,

deslizarse por sus cuentos y perderse en sus acentos.

Acentos, porque su voz a viajado por mil puertos.

-“Sosiega” gritan desde dentro sus propios miedos. 

“Ella besa príncipes encantados” recuerda.

Y se esconde de nuevo en sus recuerdos, añorando aquellas noches

en las que parecía que había promesas en sus labios.

.

.

.

Escondida detrás de príncipes y  palacios se encuentra ella.

También le está esperando, deseando que llegue el día en el que se desprendan de sus lazos.

Tras los escaparates se esconden:

-Una camufla entre sociales redes sus heridas.

– Otra disimula con miradas sus verdaderas intenciones.

Y así se les pasa la vida, esperando.

A que una de el primer paso,

palabras que no estén llenas de mentiras

o tapaderas absurdas teñidas de una amistad con engaños.

Porque siguen siendo las que no se miran, pero se ven,

las que desean tocarse por debajo y por encima del mantel,

las que espían a escondidas, los gestos, las palabras, la piel,

las que no rompen los silencios,

las que se abrazan con la mirada,

las que piden perdón por rozarse

y por dentro se mueren de ganas.

Y eso ocurre: con el tiempo se mueren las ganas.

Se pudren los sentimientos

olvidan cómo deben utilizar sus alas.

Ellas siguen siendo las que visten a la poesía con prosa,

son expertas en arrancar las raíces para que no nazcan más rosas,

las que apagan los colores del arco iris

espantan a sus mariposas. 

Ellas siguen siendo las que arropan con terciopelo los sueños

y con algodón curan sus alas rotas.

Y así se les pasa la vida.

Llevando máscaras de libertad, faldas de vuelo para presumir de  alas,

altos tacones para rozar el cielo desde la celda terrenal,

libros en las manos con los que soñar y pelo al viento,

como si el viento no supiera realmente lo que es volar.

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