Envidio tus alas
Dedicado a aquellos que siguen conquistando luchas de almohadas.
Caminas bajo un paraguas de luz y haciendo sombra al astro rey del firmamento.
Es inevitable que el dios egipcio del sol te tenga envidia:
has robado su brillo, su luz y te llevaste su poesía.
A cada paso que das, llueve magia enfrascada.
Lo confieso:
tengo envidia del viento que te acaricia sin pausas.
Quien tuviera la ternura de tus colores
y tu piel hechizada,
quien pudiera ser prisionera de tus gestos
y tu mirada.
Te veo y cada día admiro más la belleza que escondes
debajo de tu tez morena
y tus líneas doradas.
Una tarde cualquiera quise jugar con tus ramas,
comprobar si eran espinas
o flores sin trampas.
Me aventuré a descubrir el lenguaje natural de tus palabras.
Soñé con formar parte de ti y de tu vida,
de tus pasiones y manías.
Los árboles parecían desnudarse en la estación romántica
cuando aparecías e irradiabas todo de calma.
Un rizado camino atravesaba la jaula de tus cabellos de tono Alhambra,
de Alhambra porque alumbras con tus destellos las siete maravillas que sostienes en tu espalda.
Quise adivinar el reflejo de tu alma y bañarme en tus esmeraldas.
Jugar con tus olas y andar descalza,
soñar juntos a conquistar los 7 reinos
cada noche en nuestra cama.
Por fin, alcancé tus manos y encontré el oasis que tanto necesitaba.
Fuiste agua en el desierto y protección en la selva
de mis paredes de arañas.
Envolviste de seda mi mundo de erratas.
Hoy tras siete años de luchas de almohadas sigo diciendo que envidio tus alas.