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Capítulo 6

Fantasmas

 

«El que no puede vivir en sociedad, o no necesita nada por su propia suficiencia, no es miembro de la sociedad, sino una bestia o un Dios” Aristóteles

Ni uno ni lo otro Aristóteles.

Reconozco que hay días en los que no quiero vivir en sociedad, pero no me considero una bestia. No hace falta llevarlo a esos extremos, los grises también existen.  Siempre me he definido como una persona bastante ermitaña, es decir, veo cierto atractivo en la soledad, pero no es nada raro y es que, ¿a quién a veces no le apetece despegarse del mundo para pegarse a/con su mundo particular?

En mi casa como podéis imaginar la intimidad y los ratos de soledad eran más bien escasos, quizá ese es el motivo por el que aprecio el silencio en su inmensidad y no me molesta cuando de repente se interpone en las conversaciones entre amigos. El silencio es un bien preciado que no solemos valorar y en aquellos momentos en los que nos topamos con el silencio de frente, intentamos callarlo poniendo música a nuestros pasos.

Lo confieso.

Esa era mi fórmula para intentar callar los gritos de las noches que arañaban mi espalda: cascos en los oídos y esperar, esperar y esperar hasta que se callasen.

Una vez me dijeron que, si tienes una familia desestructurada por los motivos que fuera, estabas destinada a ser una persona desgraciada.

¿Y sabéis qué es lo peor de todo? Que me lo creí, pero hoy se que no es cierto, que eres tú quien decide el timón de tu vida, eres tú quien decide luchar contra los dragones o dejarse quemar por su fuego, eres tú quien tiene la libertad máxima de definir cómo quieres ser. Entendí que los obstáculos pueden saltarse, esquivarlos, derribarlos o quemarlos con el mismo fuego que intenta abrasarte.

Cada uno tiene sus propias bestias y ninguna es más importante que otra ni todos lo afrontamos de la misma manera. No todos los dragones tienen el mismo tamaño, pero ¿quién habla de dragones en esta sociedad? Los escondemos bajo la cama y nos creemos más fuertes por no llorar ni expresarlo delante de quienes confiamos.

Vale.

Si.

De nuevo, lo confieso.

Mis fantasmas están bajo mi cama y de vez en cuando salen para ver si he encontrado a la persona adecuada para desnudarlos, pero aún no me he tropezado con esa persona y si lo he hecho, todavía no me he atrevido a mostrárselos y decir:mira, tengo cicatrices, ¿y qué? ¡Soy humana, no pasa nada! Me quemo, sangro, sufro, lloro, amo, tengo miedo y a veces, me caigo».

¡No hace falta ponerse la losa del victimismo, por favor, ni tampoco creerse la persona más desgraciada del planeta! ¡porque no!

Los fantasmas (problemas) se cuentan con la ilusión de verlos en pelotas y ridiculizados, se desvelan para reírnos de ellos, para superarlos, vencerlos, y entre carcajadas rotas fulminarlos.

Uno de mis fantasmas ya lo tengo controlado. Ya no escuece ni empapa, ni ensucia ni lava, ni duele ni calma. Y termino con una frase que debería ser el comienzo y no el final de este capítulo:

Solo los fantasmas se revuelcan en el pasado, explicándose a si mismos con descripciones basadas en sus vidas ya pasadas. Tú eres lo que eliges ser hoy en día, no lo que antes elegiste ser” Wayne W. Dyer.

Y qué razón tienes.

 

 

 

 

 

 

 

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