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Capítulo 15

Estaciones

 

“Ser valiente no quiere decir que debas buscar problemas” -El Rey León-

Y si, Mufasa tenía razón. No era necesario meterme en problemas para demostrar que era valiente. Eso ya lo sabía, ¿o no?

De cualquier modo, sabía que tenía que demostrar a mis fantasmas que estaban equivocados, que me juzgaban mal.

Quería que pararan.

Y lo hice, les demostré que no era como me pintaban.

Un día fui en busca del gran fantasma. Me habían dicho que estaba triste, que ya no asustaba, que se refugiaba en la sombra de los charcos que sus lágrimas creaban.

Y fui a su encuentro, pero no para reírme de cómo lloraba.

Fui para decirle que hasta los fantasmas tienen sus propios fantasmas, que no estaba solo, que se arropara en la sábana que le llevaba.  

Se quitó la sábana y me dejó ver lo que escondía debajo de tanta farsa. Hay estaba: una «niña» se ocultaba tras sus telarañas de miedos e inseguridades. Y contra todo pronóstico, quise ayudarla.

En un cercano pasado, me habían hecho tanto daño sus palabras, sus mentiras, sus miradas…

Todo el mundo tenía una visión de mi equivocada por culpa de ella, por culpa de sus sentencias, pero allí vi que estaba rota y necesitaba sanar sus alas.

Y eso es lo que hice, tendí la mano a mis fantasmas. No me enfrenté a ellos, tan solo les demostré que no tenían motivos para hacerlo, que yo no era su enemiga, que su enemiga eran sus propios miedos. 

Y se desnudó y me dijo: «lo siento»

Y así, fue como eliminé esa sombra que me pesaba. A partir de ese momento, caminábamos por distintos senderos libres y sin ponernos trampas.

Y la perdoné, y lo hice de corazón porque, ¿de qué sirve el perdón si es de mentira?

En fin, todo tiene una explicación y es que, desde lo más profundo de mi ser creo que las personas pueden cambiar.  Por eso acepté las disculpas.

Fue entonces cuando se agolparon las críticas y comentarios: ¡ingenua! ¡Ya aprenderás! ¡Inocente! ¡Las personas no cambian! ¡Ya verás como te vuelvan a atacar los fantasmas, conmigo no cuentes!

Pues bien, señores y señoras tolerantes… ¡déjenme construir mis ideales!

Sí, creo firmemente que las personas podemos cambiar porque somos libres para decidir quienes queremos ser y cómo queremos ser, creo que podemos cambiar o modelar nuestro comportamiento y nuestros hábitos.

Creo que las personas pueden reinventarse, y no solo lo pienso yo, sino cientos de expertos en la materia.

Piénsalo: ¿tu cerebro tiene la capacidad de modificar, eliminar y reestructurar el conocimiento, las acciones, los recuerdos?

Si, (te digo yo a ti que sí), y si es posible es por la neuroplasticidad, uno de los milagrosos procesos que tiene nuestro cerebro, es decir, somos capaz de evolucionar mentalmente para aprender algo nuevo. Entonces, lo considero extrapolable:  modificar los patrones de conducta, nuestro comportamiento, nuestra forma de vida.

¿Es que acaso no podemos ser como las estaciones? ¿No podemos cambiar? ¿Decidir si quiero ser verano, si me va mal siendo invierno, si acaricio demasiado siendo primavera, si estoy cómodo siendo otoño? Adaptarnos.

Por ejemplo, en mi caso, me defino como una persona poco sociable por herencia en cierta parte, pero ni mucho menos es la parte más decisiva. Todo con práctica puede lograrse. 

Retomando el tema: conseguí romper la piedra angular de aquel problema, anular a la responsable de que aquello ardiera, pero ya sabéis, donde hubo fuego cenizas quedan. Y no solo en el amor.

Ella había prendido en el resto de los fantasmas creencias sobre mí que aún estaban encendidas y aunque no eran más que pequeñas “brasas”, a veces sus chispas quemaban.

Y es cierto Mufasa, no quería problemas, pero los puse en una balanza y me pesaban tanto que algo tenía que hacer. Ya había callado la voz más fuerte y ahora el eco de sus actos reverberaban.

¿Qué tenía/debía hacer? ¿Otra vez acercarme? No, lo tenía claro.

La primera vez las circunstancias eran distintas y mi posición también, pero en esta ocasión estaba cansada de callar bocas de alcantarilla y robarles a los fantasmas sus mantas.

Estaba vez decidí que, si querían enredarse en mi sábana, les estaría esperando como el que esperaba la luz en los meses oscuros de Islandia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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